Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1658
Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899)
Sesión: 25 de febrero de 1899
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 67, 1953-1954
Tema: Convocatoria de Cortes Constituyentes

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Estamos, Sres. Diputados, padeciendo las tristes desgracias de la guerra, y de una guerra que nos ha sido adversa. Las guerras no son abominables sólo por los tesoros que devoran, por la sangre que consumen y por las víctimas que causan, sino también por el impuro sedimento que dejan por algún tiempo, por sus repentinos accidentes, por la variedad de sus movimientos, por la celeridad necesaria en sus evoluciones y hasta por la influencia que en estas evoluciones y movimientos de la guerra tienen las inclemencias del cielo y las asperezas del suelo. Acompaña a las guerras en su lúgubre séquito, cierto desorden, cierta irregularidad, cierta confusión, a veces hasta el caos, y esta atmósfera de confusión y de barullo es la que conviene a todos aquellos espíritus malévolos, a todos aquellos instintos pérfidos, que se aprovechan de estas ventajas para satisfacer sus malas pasiones. Por eso, Sres. Diputados, en las guerras es mucho más frecuente que en la paz el abuso, y, lo que es peor, no sólo es más frecuente, sino que no suele ser castigado. Pero los abusos, las faltas y hasta los delitos que puedan cometer varios, muchos individuos de una clase, así civil, como militar, no pueden imputarse, sin notoria injusticia, a la clase a que pertenezcan tan infames individuos. (Muy bien.) Que ha habido faltas. ¿Quién lo duda? Que se han cometido delitos. Evidente. Pero los delitos y las faltas que hayan podido cometerse, no pueden imputarse, sin grandísima injusticia, ni a la clase militar ni a la clase civil.

Ha habido varios, muchos oficiales, según el país, porque S. S. se ha hecho eco del país en estas cosas, según nos ha dicho, que han faltado a su deber, que han abusado del pobre soldado, que han (me voy a valer de la misma frase que S. S. ha empleado) chupado su sangre. ¿Es esto cierto? Pues que caiga la execración pública sobre los que tales horrores hayan cometido. Vengan hechos concretos y vamos a imponerles toda la severidad de las leyes; que allí donde los tribunales de justicia no alcancen, porque esos hechos no se concreten de una manera clara en sus respectivos Códigos, allí estarán los tribunales militares, los tribunales que tienen todos los cuerpos, preparados para esos casos, que nadie está más interesado que el ejército español en depurarse de esas manchas y en castigar esas infamias. (Muy bien)

Concrétense esos hechos. Todo ciudadano español tiene el derecho de concretarlos y denunciarlos. Tenga la seguridad el Sr. Sol y Ortega, de que los tribunales de justicia en unos casos, y los tribunales de honor en otros, harán que la ley se cumpla. El Gobierno, lejos de ser un obstáculo para ello, ha de ayudar hasta donde sus esfuerzos alcancen, a S. S. y a todo español que venga a desempeñar esa noble tarea.

Yo no combato a S. S. por las denuncias que aquí haya podido hacer; lo único que siento es que S. S. se haya valido para hacerlas de las denuncias que hace el país, según dice S. S. Es posible que el país piense lo que S. S. dijo, porque el país es muy dado, como toda muchedumbre, no sólo a exagerar las cosas, sino a extenderlas; pero si el país las ha extendido hasta el punto de hacer responsables a clases enteras de los delitos o de las faltas que hayan cometido algunos de sus individuos; si el país comete esa injusticia, el deber de S. S. no está en venir aquí a denunciar lo que con injusticia dice el país, sino a rectificar esta opinión, que para eso ejerce S. S. in- [1953] fluencia, para eso ocupa un puesto en estos bancos, y los representantes de la Nación tienen, más que nadie, el deber de rectificar la opinión pública, cuando consideran que la opinión pública está equivocada o es exagerada o errónea.

Dice S. S. que el país ha perdido la esperanza y la fe en el ejército (y al hablar del ejército hablo lo mismo del de mar que del de tierra), que el ejército no tiene prestigio en el país porque lo ha perdido todo. Pues yo le digo a S. S. que esa absoluta no es exacta porque si el ejército ha perdido el prestigio en el país, el país lo ha perdido en sí mismo, que, después de todo, el ejército no es más que una parte del país, la parte armada para defender a la otra parte (Muy bien); y si el ejército no tiene prestigio ni honor, tampoco el país tiene prestigio ni honor.

 ¿Es que S. S. quiere separar al ejército del país? Pues S. S. hace mal porque el ejército es del pueblo, de él sale, con él vive y a él vuelve; apenas habrá un Sr. Diputado de los que me están oyendo que no tenga en el ejército seres queridos de su alma, sus padres, sus hijos o parientes, y la honra de esos hijos, de esos padres, de esos parientes, la honra de los españoles es la honra del ejército. (El Sr. Domínguez Pascual: No; ¡qué ha de ser!) Quien me ha dicho que no, no tiene pariente ninguno en el ejército español (El Sr. Domínguez Pascual: Pido la palabra.)

El ejército está compuesto de españoles, y claro es que, siendo una parte muy importante del país, en el cual vive, del cual sale y al cual vuelve, todo lo que afecte al ejército ha de afectar al país, y las consideraciones y los respetos que el ejército merezca, son las consideraciones y los respetos que merece el país.

Y estos respetos y estas consideraciones eran los que yo quería que tuviese el Sr. Sol y Ortega para con el ejército español, procurando, sin embargo, el castigo severo de todos los que indignamente hayan faltado a sus deberes.

Pero, ya se ve; para el Sr. Sol y Ortega, ejército, marina, todo está desprestigiado. Están desprestigiados en este país los Gobiernos; están desprestigiados los Parlamentos, están desprestigiados los partidos, incluso el de S. S.; están desprestigiados los hombres políticos, incluso S. S. (El Sr. Sol y Ortega: Sí.) Pues si está desprestigiado todo en este país, ¿qué queda en pie, Sres. Diputados, según el Sr. Sol y Ortega? (Varios Sres. Diputados de la minoría republicana: Nada, nada.) ¡Nada! ¡Y eso se dice en el Parlamento español! ¡Y eso se dice después de las desdichas que hemos atravesado! ¡Y eso se dice ante la faz del mundo!. Pues si no que da nada en este país, no esperéis respeto ni consideración ninguna de nadie. no es éste buen camino, no, para ir conquistando poco a poco la consideración que hayamos podido perder, por nuestras desgracias, ante el mundo, ni es camino tampoco para que podamos compensar las pérdidas inmensas sufridas, con las conquistas de nuestra moderación, de nuestra inteligencia, de nuestros esfuerzos y de nuestras virtudes. No tengo más que decir. (Muy bien.- Los Sres. Sol y Ortega y Ministro de la Guerra piden la palabra.)



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